
Un sello por la paz: la santa palestina María de Jesús Crucificado, “Testigo de Esperanza”
En el corazón de un Oriente Medio herido por guerras, violencias y divisiones, la Iglesia dirige su mirada hacia una mujer pequeña, hija de aquella tierra martirizada, como un luminoso testimonio de esperanza y de paz. Se trata de la santa carmelita Mariam Baouardy (1846-1878), religiosa palestina canonizada por el papa Francisco en 2015, a quien el Servicio de Correos del Vaticano ha decidido rendir homenaje con un sello de la serie “Testigos de Esperanza”, emitido el pasado 27 de mayo en este año jubilar. Un gesto cargado de significado, que une espiritualidad, actualidad y profecía.
En un tiempo marcado por sufrimientos indecibles, especialmente en la martirizada Tierra Santa, la figura de Mariam Baouardy se ofrece como un signo de consuelo. Nacida en Abellyn, cerca de Nazaret, y habiendo vivido entre Palestina, Líbano, Siria y Egipto, ingresó en el Carmelo de Pau (Francia) el 27 de julio de 1867 con el nombre de María de Jesús Crucificado. Su breve vida atravesó los dramas y desgarros de una región constantemente sacudida por tensiones. Y, sin embargo, su corazón fue pacificado y pacificador. Analfabeta, pobre, herida en cuerpo y alma, fue una profunda mística y un instrumento de unidad. Recibió visiones, estigmas y dones espirituales extraordinarios, pero vivió todo ello con una humildad desarmante. A quienes le preguntaban cómo podía vivir tal intimidad con Dios, respondía simplemente: “No soy nada, Dios lo es todo”.
La decisión de dedicarle un sello durante el Año Santo reviste un claro valor simbólico y profético. Mientras el mundo se ve atravesado por nuevos miedos y conflictos —en particular en la región de Oriente Medio donde nació y vivió Baouardy— el Servicio de Correos y Filatelia del Vaticano propone al mundo filatélico y a los fieles un pequeño signo que habla en silencio, pero con fuerza: existe un camino de paz, y es el del Evangelio vivido en la radicalidad del amor, de la oración y del perdón.
Desde esta perspectiva, el sello vaticano no es solo un objeto de colección. Es un mensaje. Es una invitación a reconocer que también desde los lugares más oscuros pueden surgir testigos de luz. Mariam Baouardy, santa del diálogo y de la fraternidad, nació de padres católicos greco-melquitas, pero vivió entre culturas y religiones diversas, en un contexto marcado por tensiones identitarias. Su santidad no fue ideológica, sino evangélica: vivida como entrega total a Dios y a los demás.
Al presentar esta emisión, el Servicio Postal del Vaticano se hace portavoz de una necesidad cada vez más acuciante: la necesidad de la paz, hoy más que nunca. No solo la Tierra Santa la invoca, sino cada rincón del planeta donde se combate, se odia y se muere. El Jubileo, que invita a la reconciliación y a la misericordia, encuentra en la pequeña santa palestina una voz autorizada y creíble, porque nacida del dolor y forjada en el amor.
En tiempos en los que demasiadas palabras se convierten en armas y demasiadas imágenes solo narran destrucción, incluso un pequeño sello puede anunciar lo esencial: que la paz es posible. Una “paz desarmada y desarmante” que puede nacer allí donde todo parece perdido, porque es un don de Dios que florece en un corazón humilde y perseverante, como el de Mariam Baouardy.