Historia del Servicio Postal y Filatelia de la Ciudad del Vaticano

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Apuntes históricos
La historia del correo y la filatelia: un viaje en el tiempo

Cuando se piensa en un sello postal, a menudo se lo imagina como un pequeño trozo de papel de vivos colores y formas variadas; pero detrás de este objeto sencillo se esconde una larga y fascinante historia relacionada con la comunicación entre las personas: la historia del servicio postal. Desde un simple mensaje escrito en pergamino o papel, el correo ha evolucionado hasta convertirse en un sistema complejo e internacional que ha moldeado nuestra vida cotidiana.

Los orígenes del correo

El término “correo” tiene raíces antiguas y su etimología remite al latín apostolis, aludiendo a la costumbre de la Curia Romana de enviar cartas apostólicas, una práctica esencial para la comunicación del Papa con el resto del mundo. Este término aparece por primera vez en los Capitulares de Carlomagno y más tarde en el tercer libro de las leyes lombardas. La Iglesia desempeñó un papel central en la organización de las comunicaciones mediante sus mensajeros, los cursores, que recorrían Europa. Los monasterios y abadías contaban con servicios postales propios, a menudo encargados a frailes que transportaban las cartas a pie o a caballo.

Sin embargo, el sistema postal no estaba al alcance de la población general. En una época en la que la mayoría no sabía leer ni escribir y los viajes eran escasos, no existía una necesidad real de comunicarse a distancia. No obstante, con el surgimiento de la burguesía y la expansión del comercio, se hizo cada vez más urgente un intercambio de información más ágil y eficaz. De ahí nacieron las llamadas “postas universitarias” y las “postas de los mercaderes”, que marcaron el inicio de un profundo cambio en las formas de comunicación.

El nacimiento de los servicios postales nacionales

La evolución del sistema postal conoció avances importantes en los siglos siguientes. En 1499, por ejemplo, España instituyó su primera red postal nacional gracias a la autorización del Papa Alejandro VI. Nápoles y Milán siguieron su ejemplo, y en 1536, el Papa Pablo III instauró el servicio postal en Roma y Florencia. Estos acontecimientos marcaron el inicio de los correos nacionales, con la creación de oficinas postales encargadas de gestionar la correspondencia a nivel estatal.

En el siglo XIX, la invención del sello postal revolucionó el modo de enviar cartas y paquetes. La propuesta que condujo a su creación se atribuye a Rowland Hill, un pedagogo británico que, para solventar el problema de las tarifas postales excesivas, propuso un sistema de franqueo previo con tarifa uniforme según el peso del envío. Así nació la idea de un pequeño “sello” que se pegaría en la carta, pagado por el remitente, idea que se concretó con la emisión del primer sello del mundo, el célebre Penny Black, el 1 de mayo de 1840 en Gran Bretaña.

La adopción del sello en el mundo

El sistema del sello postal fue un éxito rotundo, no solo en Inglaterra, sino que pronto se extendió por Europa y por el mundo. En 1843, los cantones suizos de Zúrich y Ginebra adoptaron el sello; en 1845 lo hizo Brasil. Entre 1850 y 1852, también numerosos Estados italianos se sumaron, entre ellos el Estado Pontificio, que introdujo el sello el 1 de enero de 1852.

En el caso del Vaticano, los sellos tenían una importancia particular, no solo práctica sino también simbólica. Pío IX evitó representar la imagen del Papa en los sellos, prefiriendo en su lugar el símbolo del papado: las llaves cruzadas bajo la tiara. Las series filatélicas pontificias, aunque repetitivas en sus motivos, son testimonio de la centralidad del correo en el Estado Pontificio y de su vínculo con el poder temporal de la Iglesia.

El tráfico postal internacional y la Unión Postal Universal

Con la expansión de los sistemas postales nacionales, surgió pronto la necesidad de regular el tráfico postal internacional. En 1874 se fundó la Unión General de Correos, una convención que agrupaba a 21 países, entre ellos la mayoría de los europeos, Egipto, Turquía y Estados Unidos. Esta iniciativa permitió armonizar las normas y tarifas postales, facilitando el libre intercambio de correspondencia a escala global. En 1878, la organización fue rebautizada como Unión Postal Universal (UPU), entidad que aún hoy regula el tráfico postal mundial.

Entretanto, surgió un nuevo medio de comunicación: la tarjeta postal, que desde 1870 permitía enviar mensajes breves sin comprometer la confidencialidad de la carta. En los años siguientes, se enriqueció con ilustraciones, y la impresión en color favoreció su difusión, convirtiéndose en un objeto de gran popularidad.

El Vaticano y la filatelia

En 1929, con los Pactos de Letrán, Italia reconoció la soberanía del Vaticano y, con ella, el derecho a gestionar sus propios servicios postales. Aunque el primer sello vaticano se remontaba al 1 de enero de 1852, fue solo a partir del acuerdo con Italia que el Estado Pontificio pudo desarrollar un sistema postal plenamente autónomo. El 1 de agosto de 1929 se instituyó oficialmente el servicio postal vaticano, y desde esa fecha el Vaticano es miembro de la Unión Postal Universal.

En 1965, las Oficinas Postales Vaticanas se integraron en la Conferencia Europea de Administraciones de Correos y Telecomunicaciones (CEPT), y posteriormente, en 2011, en la Asociación de Operadores Postales Públicos Europeos (PostEurop). Hoy en día, las Oficinas Postales Vaticanas gestionan numerosos servicios, entre ellos correo prioritario, certificado, paquetería y servicios de tesorería en nombre del Gobernatorato del Estado. Cada año emiten nuevos sellos de gran interés para los coleccionistas, especialmente los relacionados con acontecimientos de la Iglesia y del Papa.

La filatelia: un mundo sin fronteras

La filatelia, es decir, el coleccionismo de sellos y material postal, posee un atractivo que va mucho más allá del mero valor económico. Cada sello narra una historia: la de una época, de una nación, de un acontecimiento histórico. El coleccionismo filatélico permite explorar el pasado y comprender la evolución de las comunicaciones a lo largo de los siglos.

Hoy, el correo ha adoptado nuevas formas con el auge de la tecnología y los medios electrónicos. Sin embargo, la belleza de los sellos, los matasellos y las cartas franqueadas sigue fascinando a millones de personas en todo el mundo. La filatelia sigue siendo un universo lleno de pasión y curiosidad, en el que cada coleccionista puede reconstruir, pieza a pieza, la historia de la comunicación humana. Un viaje sin fronteras de espacio, de tiempo ni de pensamiento.